FANTASÍAS DE UNA MUJER MADURA// CAP. 8

 

CAPÍTULO 8

Descubriéndome como la puta que soy Segunda Parte



ROXANA  

¿Cuáles son las fantasías sexuales de una mujer madura? ¿Tocarte por las noches imaginando que un hombre sin rostro te hace el amor en diversas posiciones? ¿O quizá esas fantasías tienen que ver con ser poseída por un joven vigoroso veinte años menor que tú y que, para más aberración, es el hijo de tu hermana menor?

Cuando me quito la bata de seda blanca, me saco las braguitas y agarro la máquina con la que mi marido se afeita la barba, para luego pasármela por mi monte venus… entiendo bien cuál es la respuesta.

—Gael… —susurro temblando.    

¡Lo ansío de verdad y no lo sabía! Necesito sentirme poseída por mi sobrino... por el único hombre que en años se ha fijado en mí aun si sólo para él soy una sucia vaca lechera. Estoy convencida de que quiero que mi concha se sature de su polla y de su propia leche. Ahora lo puedo reconocer. ¡Deseo sexualmente a Gael! ¡Deseo de forma obscena al hijo de mi hermana!

Quiero que me coja fuerte como si fuese su puta, que me dé nalgadas en el culo, que me estruje las tetas, que me ofrezca su semen en la boca, tal y como lo haría cualquier golfa en esas películas pornográficas que he tenido a bien mirar últimamente, en secreto, desde mi teléfono celular.

Y mientras fantaseo en las posturas más sucias en que Gael me pondría, y cómo sería la sensación de sentir esa tremenda verga enterrándose en mi vagina, tiemblo de gozo y de deseo mientras me depilo en seco, anhelando que mi sobrino se entere de una vez por todas que yo soy una mujer cachonda con apariencia de dama decente, pero que realmente tiene el deseo de ser una puta en privado…

Me echo agua en la cara cuando considero que mi vulva ha quedado apenas con el nacimiento de mi vellosidad pélvica. Para mi vulva he usado las tijeras por el temor que le tengo a la navaja de mi marido. Y ahora es momento de salir del baño y de presentarme en la habitación de mi sobrino.

No sé por qué carajos lo hago, pero me quito el sostén extra grande y de pronto mis descomunales mamas se desparraman por mi torso. Luego me perfumo el cuello con una loción de noche. Humecto mis obesos tetones que, hinchados y grasientos, me caen vulgarmente en mi pecho, y también me pongo crema en mi entrepierna… y me da mucha vergüenza sentirme tan mojada cuando me toco.

El olor a zorra barata me llega a los poros de mi nariz. Si mi marido supiera lo que estoy haciendo… Y lo que estoy a punto de hacer… en nuestra propia casa, en la planta baja… en el cuarto de nuestro propio hijo y que ahora ocupa ese maldito cabrón… seguro me mata. Nos mata a los dos.

¿Y si Jesús se despierta? ¿Y si cuando baje Gael se arrepiente? ¡¿Y si yo no le gusto y en verdad le parezco una vaca?! No puedo creer que esté pensando en nimiedades cuando lo que tendría que hacer es simplemente echarlo de mi casa, sin importarme las consecuencias.

Lo cierto es que estoy asustada, expectante, y no sé qué hacer o cómo presentarme ante él… Así que sólo me dejo llevar por la adrenalina del momento. Me pongo de nuevo la bata de seda y siento cómo la tela resbala por todo mi cuerpo desnudo: acariciando mis pezones, mis nalgotas y mis piernas gordas. Levanto las braguitas y el brasier del suelo y las echo en el cesto de la ropa sucia, ¿le gustará saber a mi sobrino que su tía es una guarra lujuriosa que se está presentando ante él sin ropa interior?

—Perdóname… Jesús… —susurro cuando lo veo dormido entre la oscuridad—… pero esto es más fuerte que yo. Te amo. En verdad que te amo.

Pongo mis almohadones al lado de mi marido, donde se supone que tendría que estar recostada yo, y luego los cubro con el edredón para que, si se llegara a despertar, al menos sienta que tiene un bulto junto a él,.

Con pasos lentos y ceremoniales abro la puerta de nuestro cuarto matrimonial y la cierro con cuidado, ante los ronquidos de mi marido. Entonces, horrorizada, con el celular en mano, leo un nuevo mensaje que aparece en la pantalla, que dice:

—A ver, pinche vaca tetona lechera, no te voy a estar rogando, ¿vas a querer verga o no?

Mis nervios son tan intensos que ni siquiera tengo equilibrio mental para contestarle. Lo que mi sobrino no se imagina es que la “vaca tetona lechera” ya está bajando las escaleras, con el chocho escurriendo flujos vaginales como una puta que está apunto de entregarse a sus más bajos instintos.

 

ROXANA

Quisiera tener la fuerza de voluntad para detenerme, darme la media vuelta y regresar a mi habitación matrimonial, pero en verdad no puedo hacerlo. Esto que siento ahora es más fuerte que mi fidelidad. No puedo describir la forma tan intensa con que me arde mi conchita.

Me palpitan mis labios vaginales mientras me sitúo afuera de la puerta de su cuarto. El muy cabrón majadero está viendo porno. Escucho los gemidos que vienen del televisor, así como unas fuertes embestidas y azotes que, dicho sea de paso, ansío que me dé a mí también de un momento a otro.

La adrenalina de saberme allí afuera de su cuarto, llevando puesta una bata que cubre mi completa desnudez, mientras mi marido duerme me enciende por dentro. Los latidos de mi corazón son tan fuertes que hacen eco en mis orejas.

No sé si debo de tocar o abrir la puerta, pero mientras lo pienso mi mano se posa en la manija automáticamente y la gira. La puerta se abre y mi cuerpo tiembla muy fuerte de arriba abajo. Arrastro mis pies al interior y luego me siento derretir de calentura cuando veo la sonrisa triunfal de mi sobrino que está echado en la cama, completamente desnudo, con su pene enorme en mano, jalándosela, de arriba para abajo, con tal desvergüenza que mis piernas empiezan a temblar.

—Te estabas tardando, vaca guarra —me dice con su voz rasposa mientras yo cierro la puerta tras de mí.

No soy capaz de decirle nada. Me estoy muriendo de los nervios. Ni siquiera puedo avanzar. Sólo miro su sonrisa engreída y la inmensidad de aquel pollón que no se parece en lo absoluto al de Jesús.

—Te pudiste vestir de puta, ¿eh tía?, y mira cómo vienes, sólo en bata. Espero que por lo menos te hayas podado los pelos de tu panochita.

No puedo evitar sentirme humillada, no obstante, siento la lengua congelada. Me siento incapacitada para decirle absolutamente nada. Si pudiera decirle algo estoy segura que sería un insulto magistral. ¡Lo odio con todas mis fuerzas! Esto que me está haciendo es denigrante y vergonzoso.

—Ven, pues, vaquita.

Se incorpora un poco y me quedo horriblemente impactada ante su figura masculina. No debe de pasar de los veintitantos años, y sin embargo es todo un hombre. Es corpulento y velludo, como su padre. ¡Cómo deseaba a su puto padre! Pero él prefirió a mi hermana René. Y yo, mientras hacía el amor con Jesús, que para entonces era mi novio, solía fantasear con que era mi cuñado el que me tomaba y me cogía  muy duro contra el muro.

Y sin embargo ahora allí estaba su retoño: mi sobrino Gael, producto de la relación que hubo entre mi hermana y mi cuñado. Y él, allí, con ese enorme pedazo de carne palpitante que parece aún más grande mientras me acerco a la orilla de la cama, mientras unos descomunales testículos cuelgan sobre la sábana destendida que yace debajo de él.

—Quítate la bata, tía Roxi. Quiero ver tus ubres antes de ordeñarte.

Cada palabra que me escupe es un insulto que en otras circunstancias jamás habría tolerado. Pero no sé qué es lo que me ocurre ahora, que parece que ante más vulgaridad, más excitación guardo dentro de mi alma.

—No, no, tía, no. Quiero que te quites la bata como si fueras un putón.

—¿Eh? —es lo primero que logro decir desde que entrara a ese cuarto que durante más de dos décadas le perteneció a mi único hijo varón.

—Que te quites la bata bailándome. Sí, eso, báilame como un putón.

—N…o —le digo, con mis piernas temblándome.

—Sí —responde mi sobrino con autoridad—, lo harás.

Cuando me quedo parada a un centímetro de la cama siento que la noción de lo que está bien y está mal comienza a carcomerme la cabeza. La calentura que me embarga se concentra en mi entrepierna, que no deja de palpitarme.

—Espera —me dice Gael, que se suelta el pene para buscar algo en la televisión.

Cuando menos espero escucho música rabalera y vulgar: música de muy mal gusto en cuya letra tiene connotaciones sexuales “mueve el culo hacia abajo, perrita” “sacúdeme las tetas en la cara antes de que te pongas a mamar”.

—Ahora sí, tetonsísima, ponte a bailar mientras te quitas la baca.

—¡Por… favor… Gael… sólo… hazme tuya y ya… no me hagas pasar por esto…!

—¿Hacerte tuya, dices? No me jodas, tía —se ríe sin piedad—. ¿Quién te dijo que te voy hacer mía? Lo que yo quiero es usarte como la vaca tetona que eres. Pero para eso me tienes que excitar.

Miro su trozo de carne hinchado y largo y él me dice:

—Si ahora la tengo parada es gracias al porno que estaba viendo antes, pero si tú no logras excitarme, en cualquier rato se me va a bajar. Así que vamos, tía, báilame como si fueras una teibolera.

—¡Yo… no sé… bailar… Gael…! Sólo déjame quitarme la bata así… y ya…

—Hazlo sensual, ¿no entiendes? ¿Es que nunca hiciste de puta para mi tío Chucho?

—Yo soy una mujer decente…

—Y de sentones… —se ríe él—. No me imagino cómo pudo ser su relación sexual entre ustedes dos, tía, pero por lo que veo, mi tío tiene todo el derecho de convertirse en un verdadero cornudo.

—¡No lo llames así!

—Se lo merece, tía… —sonríe, sacudiéndose el rabo—. Merece llevar los cuernos que le estamos a punto de poner, por no haberte tratado jamás como se debe. Por no haberte cogido jamás como se debe. Por no haberte quitado jamás lo amargada como se debe. Pero está bien, tía, no te obligaré a que me bailes. Mucho me temo que tengo que ser yo quien haga todo el trabajo. Quítate esa puta bata ahora y súbete a la cama, y acércate a mi verga a cuatro patas, ahora mismo te enseñaré cómo se debe de coger a una vaca putota como tú.

GAEL

Nunca pensé que en el fondo mi tía Roxi fuera tan retorcida como yo. Porque sí, sólo una puta loca retorcida como ella que va de santa por el mundo es capaz de ponerse a cuatro patas sobre mi cama, completamente desnuda, con sus chamorros gordos temblando de vergüenza y sus enormísimas ubres que tiene, colgándole en el pecho, mientras el cornudo de su marido está dormido en su cama en el cuarto de arriba.

—Menudas ubres tienes, cabrona —le digo saboreándola, notando un cosquilleo terrible en mis huevos y mi pelvis. 

En realidad en el fondo siempre supe que ella era una puta de closet, y la verdad es que me decepciona un poco que se haya cedido tan pronto. Que no haya luchado por sus propias convicciones y que al final hubieran bastando un par de incitaciones para hacerla redescubrirse como la furcia que es.

No cabe duda que entre las dos, la tía Sugey resultó más decente que esta, y eso que la tía Roxi es públicamente mucho más orgullosa y recatada que la otra tetona. En fin. Algún tía caerá la otra riquísima tetona, mientras tanto… aquí está la profesora Roxana, caliente, perversa, ardiéndole la concha, gateando lentamente hacia mi verga, con su rostro compungido pero deseoso, con sus grandiosas areolas cubriéndole la mitad de la superficie de sus tetones, y con sus deliciosos pezones apuntando hacia el frente.

—Vente, zorra… sigue gateando como la perrita que eres… —le digo, mientras ella continúa avanzando nerviosa, sobre la cama de su hijo, misma cama que ahora ocupo yo, su nuevo semental.

—Deja de llamarme zorra y perrita, ¿quieres cabrón?…

Vaya. Comienza a defenderse. Y la verdad es que me da gracia cómo trata de proteger su honorabilidad, al mismo tiempo que sigue gateando hasta mí, con los melones colgándole como si fuese una vaca en ordeña.

Entonces, cuando su hermosa carita de zorra de closet se acerca a mi entrepierna, sé que la fiesta está por comenzar.

—Abre la boca, puta, y saca la lengua, quiero vértela antes de que lengüetees mi cabezón.  

—Yo… por favor… Gael… eso no…

—¿Eso no qué, vaquita tetona?

Me incorporo, prenso mis dedos sobre su rostro y le indico con la mirada lo que tiene que hacer. Mi adorada yegua, que sigue nerviosa, abre su boquita, saca la lengua y suelto una sonora carcajada mientras lo hace. Menuda zorra bien hecha que está.

—Tienes buena lengua, tía —le digo, y ella se pone roja como un tomate—. Ahora… antes de empezar, quiero que ensalives mi trozo. Vamos, escupe.

Me excita cómo mi tía se flexione y las ubres gordas que le cuelgan le balanceen en el pecho. La vaca cachonda acumula saliva en su boca y luego la escupe sobre mi cabezón. Por la forma en que abre los ojos y palidece de la cara, ella parece sorprendida de que mi pollón esté tan duro y tan grande.

—¿Te gusta mi pito, tía?

—Es… diferente… —responde asustada.

—Y también sabe diferente… Me pregunto si alguna vez se lo llegaste a mamar al tío Chucho. Con lo pusilánimes que parecen en el sexo, me temo que no, ¿verdad?, o tal vez sí. Pero seguramente jamás uno tan gordo y duro como el mío. Ahora traga, tía… que lo estás deseando.

 

ROXANA

No es lo mismo meterte a la boca un plátano sazón, fantaseando con que es el enorme pene de un buen macho, como solía hacerlo en esos días de me ponía cachonda en la intimidad de mi habitación, a introducirte un pene real, con la cabeza gruesa, que apenas me cabe en la entrada, y con un relieve de venas fálicas que palpitan en tu lengua mientras te la tragas.

Las pocas veces que lo hice con Jesús no fue por falta de apetito, sino porque me daba vergüenza. Pero ahora estoy desquiciada. Tengo mucho tiempo que no tengo sexo y mi necesidad es tan grande y tan intensa que no me importa saciarme ahora con este pedazo de imbécil. Gael es un cabrón malnacido, pero me gusta, me excita, y no es sólo su polla bonita, sino esta sensación de transgresión que no me suelta, que no me deja, sino que me hace desearlo mucho más.

Y la transgresión ahora es mi boca devorándome semejante verga, entre arcadas y ahoguíos. Las manos de Gael me sujetan de la nuca y me empujan hasta el fondo. Noto sus venas fálicas palpitándome en toda mi lengua y mi paladar. El sabor salino de sus líquidos preseminales inunda mi sapidez. Estoy babeando. Tengo que respirar por la nariz. No soy capaz de tragármela toda.

—Traga, puta, traga… Pero trágala toda, no seas santurrona, ¿no es que estás tan gorda, vaquita cachonda? Pues traga carne, mi carne, vamos…

Y yo trago, o por lo menos lo intento, pero no consigo metérmela de nuevo. Así que tengo que sacármela para volver a tomar aire y luego me la vuelto a meter, con la esperanza de tragarme unos centímetros más. Trato de no parecer estúpida. No tengo experiencia chupando penes pero he visto imágenes muy graficas en internet que me han dado alguna idea de cómo se hace. Y lo pongo en práctica.

GAEL

Las bolas y la verga me cosquillean como si una electricidad muy poderosa cruzara mi entrepierna mientras mi vaca cachonda me pasa la saliva de arriba abajo, de la cabeza al nacimiento de mi tronco. Al principio la tía Roxana comenzó a chupármela como una merma, pero ahora lo está haciendo como toda una experta.

Su boca parece pequeña, pero cuando se trata de tragar, lo que importa no es lo gruesa que esté, sino lo honda que la tenga. Y su boquita está muy honda. He podido notar varias veces cómo mi cabezón choca contra su garganta y en dos o tres ocasiones se la he clavado de tal forma que por centímetros la he logrado atravesar.

Me pone como una moto verla toser y escupir cantidad inmensa de espuma. La he ahogado mientras le follo la boca. De hecho me he tenido que parar sobre la cama y a ella la he tenido que poner de rodillas para ver cómo le cuelgan los melones mientras su cabeza va y viene mientras se devora mi trozo.

Varias veces la he dejado sin respiración. Le he cerrado la nariz con los dedos y le he clavado mi trozón en su boquita, la cual tiene que abrir, con horror, al sentir que deja de respirar. Eso produce que mi glande atraviese la garganta y cuando le libero la nariz ella carraspea, tiene arcadas y escupe sobre mi verga y huevos  cantidades ingentes de babaza.

Ojalá el cornudo de su marido pudiera ver la carita de zorra que tiene su mujercita en estos momentos, con su cara congestionada de placer, con sus ojos rojos de tanto ahogarse y lloriquear, y justo ahora de rodillas tragándose mi verga, con sus ubres girando sobre su propio eje mientras yo le violo la boca.

 

 ROXANA

Comerte un pene hasta que éste traspase tu garganta mientras te cierran la nariz con los dedos es la experiencia más horripilante y retorcida que he hecho en mi vida. Al principio creí que pretendía matarme de asfixia. La dureza de su glande, cuyos fluidos no dejaban de escupir dentro de mis amígdalas, me dio la sensación de que moriría con su verga ensartada en mi boca.

Por fortuna después de mucho manotear y estrujarle el culo, pude ser liberada y conseguí respirar. Pero esa sólo fue una de las muchas veces que me hizo lo mismo.

Gael no tiene tacto ni cuidado al tratarme. Para él yo sólo soy un maldito despojo. Un pedazo de carne el cual puede usar y mancillar como le da su gana. Mi boca es un depósito de verga que solo tiene la utilidad de brindarle placer. Ahora mismo tengo la boca, la cara, el cuello y hasta mis inflamados pechos mojados pero no de agua ni de sudor, sino de sus fluidos y mi propia babaza.

Nunca pensé que una mujer pudiera sacar tanta saliva y fluidos de su boca al chupar un pene. Lo cierto es que mi sobrino no ha dejado de encajarme su polla en mi boca mientras yo lo masturbo con ella, usando mi lengua y mi garganta para brindarle placer.

Ni siquiera me ha besado, como esperaría por consideración. Y antes de sacarme por última vez su pollón de mi boca y yo le pidiera un beso, él ha sido tajante al decirme:

—A las vacas no se les besa, más bien se les ordeña.

Y por eso, es hora que el muy cabrón se ha sentado frente a mí, que sigo de rodillas, y me está mordiendo y estirando los pezones con sus dientes. Me está succionando las tetas con tanta fuerza que me duelen al mismo tiempo que me erotizan.

Sus manos no dejan de estrujarme la gordura de mis pechos. Y esas carnosidades no dejan de desparramarse entre sus dedos cada vez que me las aplasta y me las aprieta. La corriente eléctrica que baja de mis pezones hasta mi chochito me hace jadear. Y yo trato de morderme la lengua para no hacerlo, porque no quiero de ninguna manera despertar a mi marido.

Pero no me puedo controlar.

—¡Gael… por favor… no tan fuerte… me lastimas… aghhhh!

—Gime, putita, gime —me dice mientras me las muerde—… quiero oírte gemir de placer.

—¡No…Aggghhh! ¡No! ¡Uffff!

Me parece una locura que cada una de mis tetas sea más grande que la cabeza enorme de mi sobrino. Y por eso es un espectáculo para mí ver cómo me las chupa, como si lo estuviera amamantando. Las escupe, con su lengua expande la saliva sobre la superficie de la tetaza y luego le hinca los dientes a los pezones, hasta estirármelos, con el propósito de hacerme gritar.

GAEL

Nunca me había comido unas ubres del tamaño del que las tiene la tía Roxi. Sus areolas y sus pezones tienen un color rosado que me vuelve loco. Ambas son obesas y grasientas. Casi quiero reventarlas a mordiscos mientras la hago chillar “¡Aaah!” “¡No, por favor nooo!” “¡Ufff!” “¡Aaah!”. De hecho, jamás imaginé que el color de voz de mi tía mientras le comen las tetas fuera tan sexoxo.

—Qué pinches ricas ubres tienes, pinche vaca.

Estoy sentado con mis piernas abiertas y mi verga tiesa golpeteando sobre el vientre de mi tía Roxi, que está de rodillas frente a mí. Quiero seguir mamándole las ubres hasta sacarle el calostro que no tiene, pero a la vez ya quiero que se siente sobre mí, por eso sin soltarle el pezón derecho agarro sus nalgas con las dos manos, y con todas las fuerzas atraigo a mi yegua sobre mí, de manera que su pegajoso y caliente coño muy pronto se encuentra con la punta de mi verga.

ROXANA

¡Casi siento que no me va a entrar, Dios mío! ¡Casi siento que me va a desgarrar y a partir por mitad! No puedo permitir que me la meta. ¡No puedo ceder! ¡No puedo ser infiel a mi marido! ¡No puedo dejar que Gael, mi propio sobrino, penetre a la loca de su tía!

—¡No, Gael… mejor no…!

Él me aprieta el culo con fuerza y me levanta con fuerzas hasta llevarme a su sexo.

—“¡Aaah!” “¡No, por favor nooo!” “¡Ufff!” “¡Aaah!” ¡Esto no está bien…! ¡Por favor no… eres mi sobrino… yo soy tu tía…!

Siento cómo mis pliegues vaginales mojan el pegajoso glande de mi sobrino, que me está abriendo mientras su enorme verga comienza a hundirse por dentro, expandiéndome, rellenándome toda, al tiempo que yo exudo líquidos sexuales que me vienen  solos por la excitación.

—¡No! ¡No! ¡No! —grito, cuando ya tengo su glande metido en mi rajita caliente que no deja de expandirse como si le estuviera dando su bienvenida.

—¡Uffff… tía…. Qué apretadita estás…! —me halaga, al tiempo que yo empiezo a lloriquear.

La forma en que su grosor me invade y me estremece es sumamente aterrorizante y satisfactorio. ¡No puedo creer que esté ahorcajadas, sentándome sobre él! Con mis tetas en su boca, rojísimas por sus mordiscos y empapadas de babaza y saliva

—¡Gael… para… para…!

—¿Quieres que parece, pinche vaca de mierda? Si eres tú la que se está sentando sobre mi pollón.

—¡No…! ¡Noooo! —digo, cuando ya tengo la mitad del miembro de mi sobrino clavado dentro de mi vagina, ensanchándome mi agujero y brindándole un calor que se va expandiendo hasta mi útero.

—¡Mátate sola, tía, vamos, siéntate y trágatela toda…!

Y cuando dejo caer mi culo por completo sobre sus muslos, me siento atravesada por dentro, totalmente invadida por un enorme pedazo de carne que no deja de palpitar y generarme electricidad y un hormigueo inmenso en toda mi vagina.

—¡Me vas a reventar… ohhh… Gael… Gael…!

—Empieza a darte sentones, tía, vamos, cógeme…

—¡Nooooo! —digo, cuando empiezo a levantarme y a sentir cómo su pene se desliza dentro de mí—. ¡Gael…!

Cuando me doy el primer sentón y experimento el cosquilleo y placer que me provoca sentir su vergota dentro de mí… sé que esto ya no parará hasta el final.

JESÚS

Hay veces que te despiertas con modorra, incapaz de abrir los ojos ni de apenas moverte. Por lo menos ahora he podido abrir los ojos para mirar mi reloj electrónico en mi mesita de noche, en la que indica que son las 3:30 de la madrugada.

No hago ni siquiera por moverme, porque el sueño me tiene casi bloqueado, aun así, entre sueños puedo escuchar los malditos gemidos que provienen del cuarto de mi sobrino.

Es un cabrón hijo de puta. Ojalá Roxana estuviera despierta para que oyera las porquerías que está mirando a estas horas el cerdo de Gael. No entiendo cómo es tan sin vergüenza para ni siquiera pensar en las consecuencias de sus actos.

¿Es que no tiene ni tantita vergüenza para controlarse y por lo menos bajarle de volumen? Tiene una edad en la que no me parece raro que tenga las hormonas alborotadas, pero entonces ¿por qué no mirar esos videos en su teléfono y con auriculares puestos en las orejas para que no moleste a nadie? ¿Por qué carajos lo hace desde el televisor y con ese puto volumen que podría ser capaz de despertar a toda la cuadra?

Ojalá estuviera despierta mi pobre mujer para que advierta por ella misma lo que su angelical sobrino “que no rompe un plato” hace durante las noches en el cuarto de nuestro hijo. Porque sí, el coraje que me da es que ni siquiera mi muchacho hacía semejantes escándalos, o por lo menos si miraba esa clase de contenido lo hacía discretamente, no como este cabrón hijo de puta que parece que hace todo eso a propósito.

¡Pero ya verá el cabrón cuando me colme la paciencia! Se la tengo jurada, y juro por Dios que me las pagará.

GAEL

Mi tía Roxi no deja de cabalgarme mientras tengo mis dedos metidos en su boca. Ella los chupa como si fueran una verga. Los muerde de vez en cuando pero en ningún momento deja de montarme.

Ella, en esta ocasión, tiene el control de los movimientos. Sus enormes tetas no han parado de agitarse y de bambolear en círculos a medida que me da sus ricos sentones. La he hecho correr un par de veces y cada vez que lo hice sus ojitos se torcieron como si una locomotora le estuviera destrozando la vagina.

La muy zorra coge más rico de lo que pensaba. Sabe cómo apretarme el pollón ante cada embestida. La tía Roxi es de las que hace gestos de placer en la boca cada vez que le viene un orgasmo. Lo que estamos haciendo es muy retorcido pero me encanta. Está fascinada con la verguiza que le estoy metiendo. Y está feliz, ajena al mundo.

Van dos veces que se empapa los huevos y las piernas con sus corridas. Lo hace muy bien. Es toda una experta. No pensé que fuera así de puta en la cama. Me pregunto si con el tío Chucho se comporta así, pero no lo creo. No es su estilo, ni de él ni de ella. Sin embargo… ahora está feliz… está gozando. Ella sola se estruja las tetas y no deja de repetirme que le gusta y que le gusta…

—¡Mueve ese culo, vaquita, mueve ese culo…!

—¡Aaah! ¡Aaahhh! —sus gemidos siguen siendo contenidos, pero ya se suelta un poco más. Dentro de poco le va importar una mierda que su marido esté allá arriba y se soltará, ¡y cuánto deseo que se suelte!

 

 

JESÚS

4:20 am.

Ha pasado casi una hora desde que me desperté la última vez, y si ahora he vuelto a despertar es simplemente porque el jodido de mi sobrino sigue en las mismas.

Entre mi modorra y duermevela escucho gemidos muy fuertes y jadeos masculinos que me indican que sigue mirando porno en el televisor. Yo me encuentro echado en la misma posición que antes, bocabajo, con la cabeza ladeada mirando hacia el lado opuesto de donde está durmiendo Roxana.

No quiero moverla para no despertarla. No quiero hacerla pasar por esta vergüenza. La verdad es que me da más vergüenza a mí oír lo que tiene mi sobrino puesto en el televisor de su cuarto que a él mismo. Es lo que se le llama “pena ajena”. El disgusto que se llegaría mi esposa si se despertara y oyera tal impudicia y vulgaridad. Esos gemidos que se oyen desde lejos, como si provinieran de un lago muy hondo, vienen de la tele, estoy seguro.

¡Por Dios! ¿Acabo de escuchar un grito? ¿Un azote? ¿Un azote dónde? ¿En el culo? ¿Qué son esos gritos tan fuertes? Sin tan solo mi cansancio me pudiera permitir incorporarme un poco más. Si tan solo el sueño me dejara levantarme a ir hasta el cuarto de mi sobrino para, ya si no darle una paliza, por lo menos ponerlo en cintura y decirle dos o tres palabras.

¡Es que cabrón! Que estás en casa ajena, ¿cómo puedes tener eso en volumen tan alto, sabiendo que tienes unos tíos conservadores? Sobre todo Roxana, que es una mujer honorable, bien educada, que de ninguna manera consentiría lo que yo estoy oyendo ahora mismo.

GAEL

 

He cogido de los pelos a mi tía y la he llevado hasta la puerta, donde la he puesto de espaldas y le he clavado mi pollón mientras sus tetas están aplastadas contra la madera.  Le he dado varios azotes, y de vez en cuando la he puesto de rodillas para que me la vuelva a mamar.

—Traga, puta, traga…

Cuando veo su límite en las asfixias, paro, ella escupe una cantidad inmensa de babaza y la vuelvo a poner de espaldas, con el culo en pompa y la vuelvo a agujerar.

—¡Hummmm! ¡Hummmm!

Los azotes que le pongo en las nalgas quedan marcados permanentemente. Tener una piel tan blanca me viene bien para que le queden marcadas mis nalgadas. Y a mi tía no parece importarle que la tenga así, como a una vil zorra.

Cuando menos acordamos ya estamos en el suelo, ella cabalgándome con sus tetas repartidas en el pecho. Adoro cómo le cuelgan y cómo le rebotan en cada cabalgada, mientras yo me dejo hacer. La tía Roxi lo está disfrutando como una virginal señorita y no para de morderse la lengua para no gritar mientras yo le abofeteo las ubres de vez en cuando.

Quisiera hacerle el culo de una vez, pero creo que es muy pronto para darle todo en una sola sesión. Quiero dosificarla hasta que se vuelva loca.  

JESÚS

¿Es en serio? Son las putas 5:10 de la madrugada. ¿Cómo el estúpido de Gael puede seguir con su ruidaje a deshoras de la noche? No entiendo cómo mi mujer no se ha despertado por con tal escándalo…

¡Espera un poco! ¿Qué son esos sonidos tan fuertes y secos que se oyen desde abajo? ¿Son los muelles de la cama los que rechinan? ¿Es acaso el golpe seco del cabezal contra el muro de la cama? ¿En verdad este hijo de puta ha metido a otra puta a mi casa y se la está cogiendo salvajemente? ¡Esos chillidos femeninos! ¡Mierda! ¿Cómo es posible? ¿Quién le ha dado permiso de meter a esa fulana a mi casa como si fuera el dueño de la casa? Ya una vez se lo había advertido, ¿y le ha valido una mierda mi advertencia?

Me remuevo un poco en la cama y siento el cuerpo de mi esposa a mi lado, que duerme envuelta en cobijas en las que parece estar en la misma posición desde que se acostó. Encima no tengo el valor para despertarla.

“El coraje de la vida que pasarás, Roxana mía, cuando descubras que tu sobrino mete a sus putillas por la noche para cogérselas en el cuarto de nuestro hijo”

Cosa que, desde luego, nuestro propio hijo jamás se atrevió hacer. Mi muchacho siempre fue un joven respetuoso que nunca le dio estos disgustos ni a su madre ni a mí. Pero ha tenido que venir este cabrón de mierda a perturbarlo todo.

¡PLazs! ¡Tss! ¡Zas! ¡Paz… pPaz!

¡No puedo creer lo que está sucediendo en mi casa!

Procuro no moverme mucho en la cama hasta conciliar el sueño otra vez. La verdad es que no tengo la menor intención de despertar a Roxana y hacerla pasar por semejante fastidio e irritación. Mi pobre mujer, ella siempre tan santa y abnegada, no merece que Gael nos trate así. Es más, me da muchísima vergüenza despertar a mi esposa y que escuche esta bajeza. ¡Esas cogidas tremendas que el cabrón le está poniendo a esa mujer!

Es una rotunda vulgaridad lo que estoy oyendo. El cabrón está haciendo mierda a esa pobre golfilla en la cama. La está tratando como una puta. Si mi mujer la oyera se moriría de la vergüenza y de la pena. Ella jamás sería capaz de oír, ver y mucho menos hacer algo tan pedestre, obsceno y vulgar como eso. Pero cuando amanezca, juro por Dios que Gael me va a escuchar.

¿Cómo pueden haber mujeres de tal calaña capaces de entrar al cuarto de un muchacho como mi sobrino y revolcarse con él sin sentir el más mínimo respeto?

De momento cierro los ojos y le pido a Dios que me deje dormir un poco más, sobre todo al sentir la plena satisfacción y tranquilidad de que yo me casé con una mujer decente, no como una de esas vulgares putas mujerzuelas como la que se está cogiendo esta noche mi pervertido sobrino.

 

ROXANA

¡Fuego! Siento que ardo, que exploto, que me quemo.

¡Mi carne, mis hormonas, mis sentidos, todo en mí es fuego! Ardo de deseo. De necesidad. De lujuria. De vanidad. Mi vagina está chorreando magma, extasiada al estar siendo saturada de carne febril, dura y ponzoñosa. Me lo pide el cuerpo, aunque sea mi sobrino. Y no puedo parar. ¡Necesito más! ¡Necesito su juventud penetrándome!

—¡Hauuuummm! —gimo, revolviéndome entre su verga, sintiendo pálpitos de placer.

—¡Ouuugggshhh! ¡Diooos! —lloriqueo, sudorosa, temblando, apretando mis manos contra mis pezones, contra mis pechos, meneando mis caderas sobre su verga, dejándome sentir sus vergazos hasta en la punta de mis pezones.

—¡Ay, ay, ayyyyy!

¿Cómo he podido conformarme con tocarme por las noches como si fuese una virginal señorita? Empleando mis dedos, ¡mis minúsculos dedos! ¿Cómo he podido dejar que las omisiones sexuales de mi marido me dejaran amargarme para siempre?

—Hooooohhh, Diooooos! —jadeo entre soplidos y vaivenes.

Y no entiendo qué mierdas me pasa. ¡Esta no parezco ser yo! Esta mujer simplemente no tiene nada que ver conmigo. Pero sé que soy yo. Transfigurada. Y soy la puta de Gael.

GAEL

Tengo a mi tía atravesada completamente, a cuatro patas, sobre la cama, aferrada al cabezal que no deja de chocar contra el muro, y ella no deja de gritar.

—¡Pídeme verga…!

—¡Dame… dame…!

—¿Qué te doy?

—¡Verga…!

—Sé más cerda, tía.

—¡Empáchame de verga, sobrinito… quiero que me empaches y me la dejes toda dentro! ¡No pares… no pares….!

—¿Eres mi puta?

—¡Sí… Gael, soy tu puta!

—Dime que eres mi tía y que eres mi puta…

—¡Aaaah! ¡Ufff! Soy tu tía… ¡Aaahhh! Y… ¡Ufff! ¡Soy tu putaaa…!

 Al principio contenía sus chillidos por consideración al cornudo del tío Chucho, pero ahora mismo, mientras la taladro por fuerza en su enésimo orgasmo,  la tía Roxi parece ya no importarle nada.

—¡Aaah! ¡Aaah! ¡Oh, síii!

La cerda no deja de mugir como la vaca que es. Las tetas le cuelgan de adelante para atrás y de atrás para delante. Su culo está rojísimo de la cantidad de nalgadas que le he propinado. Y yo no dejo de cogerla duro, muy duro. Entonces… antes de correrme sobre su enorme culazo, cojo mi celular.

Primero grabo un video corto para tenerlo de recuerdo de la primera noche en que me cogí a la puta de mi tía. Pero luego, hago lo impensable. Busco el WhatsApp de mi compinche Adrián, el que nunca creyó que de verdad yo pudiera tener la posibilidad de tener en esta postura a la perra de mi tía.

Entonces, a pesar de la hora que es, le hago una videollamada, la cual él, hasta las quinientas, contesta, adormilado, mientras yo enfoco el culo de nuestra profesora, que ahora mismo está ella misma metiéndose y sacándose mi rabo con soltura.

Adrián me dice algo, pero yo le he quitado el volumen mientras él sigue mirando el culazo que tiene enfrente. Entonces le doy una fuerte nalgada a mi tía y le digo:

—Tía… sonríe, que tu alumno favorito te está mirando.

Antes de que mi tía sea consciente de lo que le digo gira su cabeza lasciva hacia la cámara de mi teléfono, y entonces Adrián, con una cara de asombro brutal, descubre la identidad de la dueña de tremendo culazo.

Y entonces, en medio de su asombro, Adrián sonríe, sabiendo que ahora tenemos una puta para los dos.

 

Continúa.

 


Comentarios

  1. Wao q relato, excelente. No veo la hora de q roxanna le hable claro al pobre Chucho q ese deseo es mas fuerte q ella y este tenga q aceptar escuchar sus gemidos por toda la casa.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Comentarios