EL CLIENTE DE MAMÁ LIBRO II// CAP. 1

 




Capítulo 1

***

 

Querido Erik:

 

Al despertar y rememorar lo que ha ocurrido la noche anterior no he podido evitar pensar que soy una madre abominable, perversa y degenerada. Y ahora que pienso en frío te juro que ya no puedo con mis remordimientos.

 

Pareciera que he despertado de un sueño fantasioso y maldito que nunca tuvo que pasar y que ahora me mantiene desquiciada y con muchas ganas de llorar.

 

Lo siento, hijo, pero lo que hemos hecho ha sido un terrible error. Y la culpa la tengo yo, que como adulta y progenitora no pude parar con esto cuando aún se podía.

 

¡No sabes lo mal que me siento! Y por eso te pido perdón.  Lo mejor será que me aleje de ti por un tiempo, antes de que destruya nuestra relación. Antes de que me termines por odiar. Antes de que yo misma me vuelva adicta de ti, que te acabas de convertir en mi fruta prohibida.

 

No sé qué estarás pensando de mí ahora mismo ni qué clase de mujer crees que soy. De lo único que quiero que estés seguro es que… a pesar de todo lo mal y triste que me siento, no me arrepiento de nada, y habría dado mi vida entera para que la noche nunca terminara.

Y quizá por ese motivo es por el que me voy.

 

Me voy, porque si dejo que despiertes y me mires a los ojos siento que moriré de vergüenza y culpa. 

Me voy, Erik, pero no quiero que olvides que te amo con intensidad. No me juzgues, mi vida, pero tampoco me busques, porque si lo haces… voy a caer rendida a tus pies.

 

Tuya, Akira, la madre que te ama y te adora.

 

 

He leído tantas veces esta nota que dejó mi madre aquella mañana en mi mesita de noche, que creo que ya hasta me la he aprendido de memoria. Cada vez que la releo o la recito en mi cabeza mientras me acuesto en mi cama o cierro los ojos es como un puñal que se remueve dentro de mi corazón, y éste se clava cada vez más fuerte y el dolor no cede, sino que se intensifica y se vuelve tormentoso.

No puedo dejar de respirar por la herida y eso me frustra y me llena de pesar, de tristeza y de odio. 

Han pasado más de cuatro semanas desde que la vi por última vez. Desde que estuvo en mi cama y no precisamente durmiendo. Desde que esa noche traspasamos esa línea infranqueable y filial que ningún hijo debería de pasar con su madre.

Ha pasado poco más de un mes desde que la hice pasar por una prostituta y yo como el cliente de mamá para que viniera a visitarme al cuartel militar donde llevo interno desde hace varios años, con el propósito de cumplir mi sueño y poder ser admitido en las fuerzas armadas.

Por políticas del cuartel ella no podía presentarse como mi progenitora, dado que teníamos prohibido tener contacto directo con nuestra familia a razón de que la distancia se consideraba una prueba fehaciente de que priorizaríamos nuestro espíritu como militar sirviendo a nuestra nación, por encima de nuestros lazos filiales. Ni siquiera teníamos permitido tener un teléfono celular.

Lo que nadie nunca supo fue que, pese a tales prohibiciones, mi madre solía enviarme pequeñas notas de forma periódica a través de los víveres que nos mandaban cada quince días. Casi siempre me dejaba estas notas entre las tortillas de harina.

Apenas recibía los víveres, inmediatamente buscaba discretamente entre las tortillas esas notas, que eran una forma de tener presente a mi madre ante la total incomunicación que teníamos. A veces, por las noches las sacaba de debajo de mi colchón donde las guardaba recelosamente, y las leía con añoranza.

Desde que se fue yo no hice por buscarla. Entendí punto, aun si no lo compartía, y decidí darle tiempo para que ella misma comprendiera que lo que había pasado aquella noche entre nosotros no era algo de lo que pudiéramos arrepentirnos.

Por eso la dejé en paz. No la busqué ni la llamé y aguardé ansioso a que ella misma, de alguna manera, pudiera contactar conmigo. De hecho guardé la esperanza de que mamá me dejara una de esas notas en las despensas que me siguió mandando, pero cada vez que buscaba entre las tortillas o los demás víveres me di cuenta, entristecido, de que no había nada.

Hoy acabo de recibir la segunda despensa del mes, y nuevamente me he quedado afligido esperando en vano una noticia de ella. 

Tengo que dejarlo claro, para quienes no me hayan leído con anterioridad. Yo, Erik Santamaría, he tenido sexo con mi propia madre. Hicimos el amor y nos entregamos en cuerpo y alma tantas veces esa noche que juro de verdad que su aliento, su sudor y sus fluidos quedaron perpetuados en cada poro de mi piel.

Suena escandalizante y hasta enfermo, ¿no?, pero así pasó, y si soy sincero, quiero volverla a tener entre mis brazos. ¡Quiero poseerla una y mil veces más! Quiero hacer de mi madre mi mujer, y yo ser para ella ya no sólo su hijo, sino también su hombre.

Todo esto pasó por culpa de mi padre. A él lo responsabilizo de mamá y yo hubiésemos llegado a esto.

Yo no me puedo explicar cómo un hombre de casi sesenta años de edad puede cambiar a una mujer madura, guapa, abnegada y hogareña como Akira, mi progenitora, por una tipa veinteañera, tóxica y sin tetas que sólo se dedica a sacarle el dinero al por mayor.

Pero pasó. Mi padre abandonó a mamá hace poco más de un año, y desde entonces ella se sumió en una terrible depresión de la cual yo intenté sacarla. 

Tres años de bachillerato y uno más de servicio militar sumaron cuatro años en que mis visitas a casa fueron contadas, por no decir que casi nulas, por lo que supe muy poco sobre sus problemas maritales. Obtuve una beca escolar que me permitió subsistir como interno en el colegio sin ser una carga para mis padres, y por mi buen desempeño y aprovechamiento el gobierno estatal me dio un sueldo durante mi año de servicio con el que pude sobrevivir. 

Me siento culpable con lo que pasó con mis padres, pues durante este tiempo yo desconecté completamente de mi familia y nunca me enteré de los problemas que pudieran haber existido entre los dos, y que de alguna manera propició que papá engañara a mi madre.

No sé si mi presencia podría haber influido para bien en sus decisiones, pero estoy seguro de que al menos habría servido de apoyo para que mamá se refugiara en mí. De eso sí estoy seguro. Yo no la habría dejado caer.

De niño no recuerdo que mis padres tuvieran conflictos entre ellos. De hecho nunca vi que papá le levantara la voz a mi madre, y viceversa. Por eso me sorprendió tanto la separación. 

Quiero pensar que el desmoronamiento en su matrimonio sucedió durante los cuatro años en que yo estuve en el colegio militar. Yo era un adolescente cuando, por voluntad propia, quise ser internado al colegio, pues mis ambiciones desde niño fueron trabajar en el ejército.

Como digo, mis visitas a casa eran muy esporádicas, por no decir que nulas, sobre todo en mi año de servicio. Era más fácil que mi madre me visitara al colegio a que yo la visitara a ella. De hecho, durante las últimas veces empecé a notarla más contrariada que de costumbre. La veía seria y un tanto apagada, cuando ella siempre se había distinguido por ser alegre y jocosa.

Y a pesar su tristeza, ella me decía que estaba bien. Y yo le creía. No tenía por qué dudar de su palabra. Nunca se me ocurrió que estuviera sufriendo en silencio por el abandono de papá. Al ser hijo único, mi partida de casa supuso para mi madre un golpe muy duro.

Por eso hice hasta lo imposible por conseguir un teléfono celular para contactarme con ella y hacerla venir. Lo que nunca me imaginé fue que su visita terminaría con mi verga ensartada en su vagina y en su estrecho ano, y con toda mi lechita caliente escurriendo en el interior de su útero.

 

***

Mi madre, de nombre Akira, es de ascendencia oriental, por tal motivo bien podría parecer una de esas waifus maduras, culonas y tetonas de los hentai que, para variar, tiene un par de ojitos semirasgados que cualquiera que la viera bien podría confundirla con una japonesa real.

Mi madre tiene un cuerpo de infarto, y su piel casi lechosa que cuida con los productos naturales que ella misma fabrica y vende para el cuidado de la piel, es tan suave, sedosa y perfecta, que no puedo dejar de pensar en la increíble sensación que sentía cada vez que mis manos, mis dedos, mis yemas, mis dedos, y mi propio sexo la acariciaba y la rozaba.

—Ufff… madre… cómo te extraño.

Cada noche me masturbo recordando en sus pesadas mamas duras y gordas hundiéndose en mis pectorales…, mientras mis dedos se hunden en sus glúteos con fuerza, y mi madre se restriega como una gata en celo contra mi entrepierna.

Y luego su voz… su delicada voz, que era un canto para mis oídos mientras me decía:

—¡Quiero sentirte otra vez… hijo! ¡Párteme… párteme en dos y hazme gritar como el cabrón de tu padre nunca lo hizo!

Y yo teniéndola a cuatro patas, con los resortes de la cama restirándose en cada sacudida. El golpeteo del cabezal de mi cama chocando contra la pared de mi alcoba. Los gritos de mi madre haciendo eco en cada rincón de mi cuarto.

Sus pechos agitándose sobre sí, botando en su torso, con el tono coral de sus pezones dando tumbos en direcciones a lo redondo, mientras los chapoteos de las clavadas que le daba se convertían en una sinfonía que hacía juego con mis jadeos y los gritos de mi progenitora.

¿Cómo olvidarme de mi madre si no sólo estoy enamorado de ella? Sino que también la deseo sexualmente como nunca antes deseé a ninguna otra mujer.

***

SEMANA 5:

Erik

Akira, mi preciosa Akira, mi adorada madre, ya no puedo más sin saber de ti. Te he marcado varias veces durante el día pero no me has contestado. Asumo que sabes que soy yo y por eso no quieres atender a mi llamada.

 

Lee bien lo que te digo, mujer, porque quien te escribe estas palabras no sólo es tu hijo, sino un hombre enamorado que está muriendo de dolor por no saber de ti. Por no escuchar tu voz ni mucho un mensaje escrito.

 

Bien podría salirme de este puto cuartel para buscarte de una vez por todas, Akira, pero sé que en el fondo te culparías en el futuro de que yo haya arruinado mi futuro persiguiéndote. Por eso me he amarrado los huevos y he decidido permanecer aquí, pero te juro que estoy sufriendo.

 

Alguien me ha dado este teléfono desde donde podremos comunicarnos. Es seguro. Llámame por las noches, a estas horas, cada vez que quieras. O si no te sientes capaz de hablarme, entonces escríbeme algo, aunque sea un punto para saber que me leíste y que piensas en mí.

 

Te amo, mamá. Tu hijo, Erik. 

 

 

SEMANA 6:

Erik

Akira, mi preciosa Akira, mi adorada madre. Esperé una vez más, en vano, un mensaje tuyo y ya ni siquiera a través de este WhatsApp, donde no me has respondido aun si sé que me has leído por las dos palomas azules, sino como lo hacías antes, enviándome una nota entre las tortillas de harina en las provisiones que me mandaste hoy.

 

Estoy muy triste y desconsolado al saber que ya no quieres nada de mí. Que no atiendes a mis llamados ni respondes a mis mensajes.

 

Te agradezco mucho que me envíes estos víveres como cada quincena, pero preferiría morirme de hambre sin en lugar de esta comida recibiera una noticia tuya.

 

Te amo, mamá. Tu hijo, Erik.

 

  

SEMANA 7:

Erik

Akira, mi preciosa Akira, mi adorada madre.

Te pienso todos los días. Me estoy volviendo loco por no saber de ti. Por no escuchar tu voz. Por no recibir ni siquiera un mensaje tuyo.

 

El consuelo que me queda es que por lo menos sé que me lees y que no me has bloqueado del whats. Pero preferiría una palabra tuya. Sino un audio, al menos un “Hola”, o un punto “.” Como te lo dije la otra vez.

 

Entiendo que te sientes culpable por lo que pasó aquella noche, y que quizá te da vergüenza mirarme a la cara. Pero te juro, mi reina, que no hay motivo para sentir una cosa ni la otra. Yo soy el hijo más orgulloso que podrías conocer. Te necesito de verdad, y aunque tú te arrepientas de todo lo acontecido, tienes que saber que por si por mí fuera, repetiría una y otra vez todo lo vivido aquella noche.

 

No tengas miedo de sentir lo que sientes. Es más natural de lo que piensas. Que una madre y su hijo se amen y se deseen es la pureza más grande que existe en el universo.

 

Déjame amarte. Déjame ser tu hombre. Y dame chance de que tú seas mi mujer.

Te amo, mamá. Tu hijo, Erik.

 

 

SEMANA 8:

Erik

Akira, mi preciosa Akira, mi adorada madre. Este es el último mensaje que te dejo. Te juro que si ya no me respondes, daré por entendido que nuestro rompimiento será total.

 

Quiero verte, madre, por favor, quiero tenerte y que nuestros cuerpos se fundan en uno solo como aquella noche. Quiero amarte, Akira, y necesito introducirme una vez más dentro de ti, ¿de verdad no extrañas mis caricias, mis besos, o de menos mi voz? Porque yo a ti sí te extraño horrores. Tu voz. Tus mismos. Tu pelo. Tus dedos. Tu piel. Tus pechos. Tus pezones. Tus piernas. Tus nalgas. Tu vagina. Tu ano.

 

Te extraño a ti, como madre y como mujer. Por eso te digo que si no respondes a esto, nunca más te volveré a molestar.

 

Te amo, mamá. Tu hijo, Erik.

 

 

***

 

Tras el último mensaje que le he dejado a mi madre esta mañana me siento un poco bajoneado, pero a la vez tengo algo entre manos que me anima y que me ha ido entreteniendo en estos días. Para no pensar más en ella, estas últimas semanas he tenido en mucho que pensar, planear y ahora ejecutar.

He ido trabajando en un objetivo que, casi sin darme cuenta, esta noche estoy por consolidar

Hoy es miércoles al mediodía y desde que el imbécil de Alex intentara violar a mi madre y yo le haya puesto la paliza de su vida se ha convertido en un compañero muy servicial. Entre otras cosas, me ha conseguido un teléfono celular con el cual he estado en contacto frecuente con mi madre y con el que también he ido cocinando el trabajito que esta noche tengo pensado consolidar.

A saber qué pretexto puso a nuestros superiores por la paliza que le puse. Dejarlo como Santo Cristo es lo mínimo que se merecía, así como convertirse en el hazmerreír de todo el cuartel militar. 

De hecho, el muy pendejo cree que por hacer de mi chacha y haberme regalado este iPhone, le he perdonado todo lo que me hizo. Pero está muy equivocado. Como dicen por ahí, la venganza es un plato que se come frío.

—Me alegra que volvamos a ser amigos de nuevo, Erik, en verdad —me dice Alex con una falsa sonrisa, sentado frente a mí todavía con un hematoma al lado de la frente que tras dos meses de la golpiza no se le ha logrado quitar del todo—. Debo de admitir que creí que nunca me ibas a perdonar. Pero es bueno saber que tú no guardas resentimientos con la gente.

Le sonrío, porque quiero hacerle creer que le creo. Alex es un doble cara y mentiroso. Es la clase de engreídos y ricachones que piensan que por tener dinero puede hacer con su entorno lo que se le pegue la gana. Yo estoy por demostrarle que no es así. Él me habla como un hombrecito renovado, pero sé que en el fondo está aguardando el momento para clavarme nuevamente un puñal por la espalda. Como lo ha hecho siempre.

Nunca se me debe de olvidar que Alex no sólo tratará de vengarse de mí, sino que me odia de tal manera que hasta podría atentar contra mi vida. Sólo a un psicópata como él se le podría ocurrir abusar de una mujer sin su consentimiento. Y eso no se lo perdonaré jamás.

Alex, con ayuda de su perro fiel Francisco (un pobre homosexual de closet), siempre ha hecho todo lo posible por joderme. Me envidia, y a pesar de yo no tener nada, él quiere todo lo que yo tengo: reconocimiento, admiración por mis compañeros y, sobre todo, las mujeres que están conmigo.

Ya una vez por hacerme un favor me pidió pasar una noche con Astrid, que para entonces era mi puta favorita, la mujer madura que mandaba llamar para saciar mis más bajos instintos.

Luego, el muy cabrón sí que se pasó de la raya… al pretender tener sexo con mi madre. Nunca voy a olvidar la terrible angustia que pasé cuando el par de cabrones me sometieron, me maniataron y me dejaron amarrado debajo de mi propia cama, mientras se llevaban a mi pobre madre quién sabe a dónde, semidesnuda, con el propósito de hacerle quién sabe qué.

Ese rostro de horror y de compungida que tenía ella cuando la encontré nunca se los voy a perdonar. Sobre todo a Alex, el bully de mis compañeros más desvalidos, que fue el ejecutor de todo este drama. Nunca sabré si en verdad le hizo algo a mi madre o no, porque sí que tardé algo de tiempo intentando desatarme.

Akira negó rotundamente que Alex la hubiera violado, pero no sé… Siempre tendré las dudas, además de que no tengo corazón para exigirle que me diga la verdad, haciéndole rememorar algo tan terrible.

—Supe que hoy después de casi dos meses vas a meter a una puta a tu cuarto, Erik, ¿es verdad? —me pregunta Alex con tono de burla mientras Francisco, que es su perrito faldero, me mira con miedo al lado de su amo. Este pobre diablo casi se mea cada vez que me ve.

El almirante Fábregas nos ha dado chanza de meter a nuestro dormitorio a una sexoservidora por lo menos cada quince días, para que sacien nuestras necesidades sexuales, y después de yo guardarle luto a mi madre casi dos meses, he decidido que esta noche me daré una nueva oportunidad.  

—Sí —respondo con una media sonrisa, dando una última mordida a mi pan de trigo—, llegará a las ocho.

Alex se ríe pues sabe que la última mujer con la que estuve fue mi propia madre, con la que intentó chantajearme, y de alguna manera debe de saber que gracias a él, ella no ha vuelto. Y todavía tiene el descaro de decirme:

 —No puedo creer que hayas pasado casi sesenta días sin coger, Erik, en serio que no lo puedo creer. Ningún hombre aguanta tanto.

—Pues ya vez —le digo sonriendo otra vez—, yo sí aguanté “tanto”. Pero tampoco te preocupes demasiado, Alexito, que con la puta que contraté para esta noche desquitaré cada noche que pasé sin correrme sobre una puta.

—¿Y quién es ella, Erik? ¿Es alguien que yo conozco? —me vuelve a provocar, sabiendo que a Astrid dejé de verla desde que él decidió hacerla su puta personal, y que mi madre, por las razones obvias, nunca más volverá al cuartel.

—Es probable que sí la conozcas, Alexito, aunque ten la seguridad de que será la primera vez que yo esté con ella.

—Ah, caray, ¿y cómo es eso? ¿Entonces no es Astrid? —me vuelve a picar, con una odiosa sonrisa, sin atreverse a mencionar a “Akira”, mi madre.

—Ya te dije que no —contesto—, porque es la primera vez que yo la contrato como mi puta.

—Pero dices que yo la conozco… ¿verdad?

—Y la conoces muy bien —sonrío perversamente.

—He traído tantas putas, Erik, que la verdad no tengo idea de cuál de todas podría ser —dice sintiéndose el interesante.

—Si vigilas, como siempre, probablemente te lleves una sorpresa cuando la conozca —le digo riendo.

—Pues ya veremos entonces —se ríe también—. Si dices que yo ya la conozco, entonces por lo menos tendré la satisfacción de que esta noche el gran Erik Santamaría se cogerá a una de las putas que antes ya pasaron por mi verga.

Los chicos que están cerca de él y lo escuchan se echan a reír como tarados. Y a mí casi me hierve la sangre pero consigo controlarme. Luego Alex se levanta y Francisco se va detrás de él.

—Hijos de puta —digo entre dientes, cuando los veo marcharse.

 

***

 

  Este día ha sido muy agitado para mí, pero me consuela saber que con la visita de mi nueva putita podré desquitar el estrés que llevo encima. Últimamente el almirante Fábregas no para de apretarme las pelotas. Siempre está de parte de Alex y yo no puedo dejar de pensar que entre los dos traman algo contra mí.

Si no fuera por el Coronel General, el Almirante Fábregas me habría dejado fuera de la misión que tendremos el próximo sábado en una sierra de Zacatecas, donde interceptaremos a un grupo de sicarios que tiene en asedio a una localidad.

Ya hemos estado practicando con armas largas de alto calibre. Muchas de ellas son armas muy pesadas que solo los cabos con mi constitución somos capaces de cargar. Nos uniremos al ejército mexicano sólo como apoyo, muy lejos de la zona de guerra, y aunque el operativo nos dejará relegados, se nos ha autorizado actuar y disparar si la situación lo amerita.

De hecho, sólo fuimos elegidos nueve cadetes de mi generación, entre los que están Alex y Francisco. A mí me eligieron de última hora y sólo porque el General así lo dispuso, cosa que no puso muy feliz ni a Fábregas ni a Alex. Me ilusiona saber que estaré en medio de un operativo tan importante y peligroso como este, en el que podría convertirse en mi pase de entrada al ejército mexicano, en plena lucha contra el narcotráfico.    

Lo peor que podría pasar es que me hagan mierda y me maten. Por eso me gustaría saber de mi madre aunque sea por última vez. Ojalá y no haga caso omiso a mi advertencia y en serio me responda. Si no lo hace, cumpliré mi promesa y la bloquearé, para nunca más volver a saber de ella.

De momento me estoy terminando de depilar los huevos y el pubis. Me gusta hacer alarde del grosor y la longitud de mi miembro. Tengo razones para querer dejar impresionada a mi puta de hoy.

La verdad es que nunca antes estuve con una mujer de cincuenta años como ella, la mayor con la recuerdo haber estado. Su nombre real es Carmen, pero en su faceta de puta se hará llamar Tiffany: un nombre muy putón que yo mismo le ideé.

Lo cierto es que, según he podido ver en sus fotos, Tiffany es muy hermosa de cara, aun si en cuerpo es bastante rellenita. Teme que me burle de su celulitis y por eso me ha pedido que no le quite las medias de red que llevará puestas al llegar. Porque sí, le pedí que viniera en modo putota desde el inicio. Le quitaría morbo verla llegar como civil y que se cambie en el baño. Mejor así… que todo el mundo sepa desde el principio que la mujer que aparecerá (y que por cierto tiene unos ojazos verdes preciosos y unas señoras nalgas que ufff) es la prostituta que me cogeré durante buena parte de la noche, hasta que me harte de llenarla de semen. 

Me gusta también que Carmen… Bueno, más bien Tiffany, es bastante agradable al conversar. No me parece que sea vulgar, sino una mujer culta que, para más morbo, es profesora de inglés. Probablemente la haga “gemir” en “inglés” mientras la cojo ja, ja, ja…

Otra cosa que me da un morbo tremendo es que está casada y también es madre, y lo que hará esta noche conmigo lo hará a espaldas de sus hijos y de su marido. Me pone muy caliente pensar que una mujer tan buenita, abnegada y culta como ella esta noche se convertirá en una putota de campeonato.

Porque sí… dice que es la primera vez que ejercerá el oficio más antiguo del mundo, y me da una satisfacción tremenda ser yo quien la estrene. Ha tenido sus dudas antes de venir, pero yo la he convencido de que su presencia esta noche conmigo es imperativa. A los dos nos conviene.

Sé que Tiffany está nerviosa porque siente un poco de baja autoestima al saberse tan madura y tan voluptuosa. Esta pobre mujer no ha entendido que con esas tremendas nalgas que tiene la baja autoestima sale sobrando. Por lo menos yo estoy muy caliente y ansioso de verla y de tenerla.

Sus nervios me causan excitación. Su infidelidad me causa morbo. Su timidez me pone como loco. Cuando le dije que tenía que venir en tanguita minúscula, una que le parta el culo por mitad y que además apenas le cubra su pubis con depilado brasileño por poco se infarta.

Nadie podría creer cómo se puso cuando le dije que quería que usara un minivestido negro, con un escote pronunciado, con una altura a la mitad de sus muslos.

“¿Pero te has vuelto loco, Erik? ¡¿Cómo voy a ir vestida de esa forma al cuartel?! ¿No te das cuenta que con cada paso que dé el minivestido se me estará subiendo, y que si por algo tuviera que agacharme, se me vería la tanga y la cola?”

“¿Y dónde estaría la penitencia, entonces, querida Carmencita… es decir, Tiffany? Vamos, guapa, cúmpleme el capricho, que a tu edad, no siempre tienes a una hombre rubio, de ojos azules y además musculoso, como yo, a tu disposición para que te coja. Y que encima te paguen porque te cojan.” 

Tiffany ya no replicó, pero estoy seguro de que será una odisea para ella presentarse en el cuartel, el mismo donde está reclutado su hijo, vestida de prostituta.

Porque sí… damas y caballeros, como ya habrán adivinado… la mujer que está por llegar, y con la que he tenido contacto por celular y redes sociales desde hace un mes… es la madre de Alex… mi peor enemigo.

Lo mejor de todo es que no la he obligado a nada, porque yo no soy igual a él. De alguna manera me las he ingeniado para que Tiffany venga a ejercer de puta por su propia voluntad.

Entonces, mientras voy saliendo rumbo al pasillo por donde pasará mi futura putota (ya quiero ver la cara del pobre pusilánime de Alex cuando vea a su madre vestida de puta, mi puta), noto que mi teléfono recibe una solicitud. Y al abrir la notificación veo que se trata de un punto “.” Que me ha dejado como respuesta mi madre.

Y yo, feliz, entiendo el significado.

Y ahora estoy doblemente feliz.

Pronto volveré a ser el cliente de mamá. Mientras tanto, esta noche… seré el cliente de su mamá: la mamá de Alex.

CONTINUARÁ

 

 

 

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