MICRORELATO #3
Micro Relato #3
Los jueves de tren
Dedicado a Jorge Medina, ganador de la dinámica de #MicroRelatoJosLira
Noviembre 2023.
A mis
cuarenta y tres años de edad, considero que nunca he sido una mujer de rutinas
que le atraigan las costumbres repetitivas, sino más bien una mujer extrovertida
que le gusta variar y jugar con sus hábitos para evitar caer en la rutina.
Bastante tengo
ya con la monotonía de tener un matrimonio hastiado producto de un marido machista
y de actitudes intransigentes y anticuadas, (sin pasar desapercibido tener un
hijo universitario rebelde que a pesar de su edad no quiere entrar en cintura),
como para yo contribuir a que el resto de mi vida al exterior de mi hogar
también sea tan tedioso y soporífero.
Por eso
después de salir de mi trabajo, (me desempeño como dependienta de una tienda de
ropa para caballero) hago hasta lo imposible para que mis regresos a casa varíen
de un día para otro, ya sea tomando diferentes rutas de transporte público, o
incluso decidiendo caminar por horas hasta llegar.
Todas las
semanas solía elegir rutas de forma espontánea que me llevaran a mi destino en
diferentes trayectos. Me obligué a que ningún día se repitiera con el anterior.
Buscaba la manera de variar entre una vía a otra. Todos los días tenían que ser
diferentes. Hasta que una noche, por cuestiones del destino caprichoso, decidí
que a partir de entonces todos los jueves tendrían que ser igual, llegándose a
convertir en una experiencia única… donde tendría que elegir el mismo
transporte, tomarlo a la misma hora y al mismo lugar.
Todo pasó
gracias a que los jueves suelo reunirme con mis amigas y por consiguiente
vuelvo un poco más tarde a casa. Pero resulta que uno de esos jueves salimos
del café más tarde de lo habitual y al no haber disponible ninguno de mis
transportes convencionales para volver a casa, no me quedó más remedio que
dirigirme a la solitaria y lejana estación Sur del tren ligero que a esa hora era
la única que me podría acercar a mi vecindario.
Esa noche
elegí el vagón número 7, que es casi de los últimos del tren, y que por fortuna
iba casi semi vacío, salvo por un par de viejos que venían dormitando en los
asientos delanteros y una pareja de hombre y mujer de actitudes extrañas que estaban
al fondo pero de pie, (cosa extraña, ya que todos los asientos estaban vacíos)
agarrados del tubo superior del vagón.
Yo me senté a
medias del vagón, ya que estaba cerca de las puertas, y cuando el tren reinició
su marcha me di cuenta de que las luces del interior comenzaban a encenderse y
a apagarse de forma intermitente, dando lugar a que nos quedáramos a oscuras en
prolongados momentos que me ponían nerviosa.
Me llamó la
atención que aquella pareja, que para entonces no sabía si eran amigos,
conocidos o parientes, tenían una diferencia de edad muy importante. El chico:
moreno, guapo, fornido y alto como un jugador de basquetbol, era tan joven como
mi propio hijo, y la mujer madura debía de tener al menos cinco años más que
yo. El joven, que tenía peinada una coleta en su nuca, vestía ropa deportiva
muy urbana que (perdón por mi sinceridad), le marcaba un buen paquete en la
entrepierna, mientras que la refinada mujer, por el contrario, llevaba puesta
una falda de tubo negra que cubría unas piernas y pantorrillas torneadas
enfundadas en pantimedias negras de nylon, así como una blusa blanca que se
ajustaba a sus redondos pechos.
El joven me
recordó a los chicos malos de las películas gringas que hacen bullying a los
desvalidos, mientras que la mujer madura me pareció más una de esas ejecutivas
elegantes y presumidas que prestan sus servicios en algún corporativo
importante. Lo cierto es que tanto en
apariencia como en edad, ambos personajes desentonaban el uno con el otro, como
si fuesen harina de diferentes costales, aun si cuando me miraron de pasada noté
un cierto parecido entre los dos que me dejó un poco asombrada, sobre todo por
su piel aceitunada y los hoyuelos que se les formaban a ambos al sonreír.
Decidí no
prestarles atención y recargué mi cansada espalda sobre el respaldo del asiento…
hasta que algo pasó. Digamos que en
algunos de esos episodios en que la luz se puso intermitente y quedamos en
penumbras, escuché un pequeño jadeo masculino que provino justamente de la
pareja que venía en el fondo del vagón.
Cuando la luz
volvió me di cuenta de que el chico seguía de pie, con sus dos manos aferradas
al tubo superior, mientras que la mujer madura ahora estaba sentada frente a
él, a la altura de su entrepierna… haciendo algo que yo no pude ver por la
mochila del chico que cubría la totalidad de su cabeza.
De pronto
hubo un nuevo episodio de oscuridad y entonces escuché unos siniestros chapoteos
como cuando un perro toma agua con la lengua desde su tazón, mientras surgían
nuevos jadeos del muchacho que me helaron la sangre. Al volver la luz noté que
el chico había bajado su brazo izquierdo del tubo y que con esa mano sujetaba
la cabeza de la mujer madura y la empujaba contra su entrepierna mientras ella se
prendaba del culo del muchacho y lo impulsaba hacia ella.
Horrorizada y
con un ligero hormigueo en mi vagina, comprendí que la mujer le estaba dando
una mamada al muchacho en el interior de un transporte público, sin importarle
que los ancianos y yo estuviéramos allí. Sin importar que ella tuviera casi
cincuenta años de edad y el chico fuese al menos treinta años menor que ella.
“Dios Santo, ¿pero cómo se atreven?”
Durante los
siguientes quince minutos de viaje, en medio de la luz intermitente, la mujer
se la siguió chupando. Luego la mujer se puso de pie y se sujetó del tubo,
mientras el chico se ponía detrás de ella y empezaba a empujar sus caderas
contra su culo.
Entre las
penumbras y la luz oí jadeos y chapoteos al fondo del vagón que me pusieron
entre asustada, indignada y caliente. El chico se estaba cogiendo a la mujer
mientras ésta tenía enroscada la falda en sus gordas caderas. Yo estaba
horrorizada, mirando hacia otro lado, pero de vez en cuando no pude evitar
mirar de soslayo hacia donde estaban ellos y descubrir que el chico le
estrujaba las redondas tetas de la mujer, sin sacárselas de la blusa.
Los ancianos
roncaban, yo respiraba hondo y la mujer y su joven amante fornicaban sin tener
ningún respeto por nadie. En otro episodio de oscuridad noté que la mujer se
volvía a sentar frente al chico, y a través de diversos gemidos femeninos y
jadeos masculinos, cuando volvió la luz noté que la mujer se estaba tragando la
corrida del muchacho mientras un hilo de leche escurría por sus comisuras
mientras recogía los restos con su propia lengua. En la siguiente estación la
parejita se acomodó la ropa y se dispuso a bajar del tren, pero lo que me dejó
helada fue lo que oí en su conversación:
—Oye, mamá,
¿crees que sea conveniente que le llevemos un café al cornudo?
—Mejor no,
cariño, porque luego tu padre no puede dormir y no hay forma de salirme a
medianoche del cuarto para ir a tu habitación.
Sabiendo que
ambos eran madre e hijo, quedé horrorizada y pensativa hasta llegar a casa. Tras
diversas pruebas descubrí que todos los jueves a la misma hora y en el mismo
lugar aquella pareja incestuosa aborda el tren y yo disfruto del espectáculo que
me ofrecen generándome fantasías en las que me pregunto lo que pasaría si yo
hiciera lo mismo con mi propio hijo.
A estas
alturas, y después de varios meses de hacer la misma rutina, cuando nos quedamos
las mínimas personas en el vagón ellos se descaran un poco más. Follan sin
pudor sabiendo que yo los miro. Nunca nos hemos dicho nada, pero existe un
juego miradas que nos excitan a los tres. No obstante, esta noche es diferente,
pues la madre, con su cara congestionada de placer, se acerca a mí, y señalando
los asientos vacíos que tengo delante de los míos me pregunta en un susurro.
—Señora, ¿le
importaría?
—Adelante
—digo yo con un hilo en la voz.
Y entonces…
con una voluminosa teta de fuera, sus pantimedias negras desgarradas en el
centro de su encharcada vagina, su hijo, sonriéndome, se sienta con su pollón
fuera entre el hueco de su pantalón, y ella se ensarta en esa polla y comienzan
a coger, mirándome fijamente.
Palabras Clave: Madre. Hijo. Exhibicionismo.
Tren. Noche.
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