Microrelato #2

 


Micro Relato #2

Mis tres hembritas.

Dedicado a (JV) Jorge Vázquez, ganador de la dinámica de #MicroRelatoJosLira Noviembre 2023.



 

Yo, como padre de familia, no podría estar más agradecido con la vida por haberme dado a tres hijas tan preciosas, hogareñas, diligentes y amorosas. Sobre todo, bien portadas, porque ellas hacen, como buenas hijas, lo que yo les ordeno, que considero es lo mejor para ellas.

Por eso Gisela, Mireya y Rubí son mi adoración. No dejan de ser caprichosas de vez en cuando, desde luego, pero no es nada que yo no pueda remediar con algunos estrictos correctivos. Porque así como soy de consentidor con mis hermosas princesas, también soy muy severo cuando se trata de educarlas para que sean buenas chicas.

Desde que me divorcié de su madre, tanto Gisela, la mayor, Mireya, la mediana y Rubí, la más peque, se volcaron completamente en mí para evitar que yo cayera en una terrible depresión, pues mis tres hijas sabían lo que yo amaba a mi ex esposa antes de que ésta decidiera marcharse con no sé quién.

Desde que su madre se marchó, Gisela, la mayor, tomó las riendas de la casa y durante la cena me dijo:

—Papá, sabemos que una esposa es una compañera de vida que abarca muchas áreas en la vida de ustedes los hombres. Nosotras queremos abarcar exactamente todas esas áreas que te ha dejado mamá desde que se marchó. Por eso, entre mis hermanas y yo hemos organizado un rol que permitirá que su ausencia no te duela tanto y que, a su vez, en esta casa no se pierda esa figura femenina y de ama de casa que ella dejó con desde que se fue, por ese motivo, se ha determinado lo siguiente.

Me crucé de brazos mientras mis tres princesas se miraban entre sí y Gisela me decía:

—Entre las tres haremos las labores de la casa, papá, sin embargo, Rubí, al ser la menor, se encargará exclusivamente de lavarte y plancharte tu ropa. Como ella es una chica muy sensible, será la encargada de consentirte y de escucharte como solía hacerlo mamá.

Mi hija Rubí, una chica delgada, pequeña, mirada tierna y unos pechos y culito pequeño pero respingón, me dedicó una sonrisa cariñosa y un beso a distancia.

—Mireya, al ser la mediana y al ser la única con buen gusto para la cocina, será la encargada de hacer la comida de esta casa, acompañarte durante el tiempo que no trabajes y estés aquí: hacerte reír, porque ella es muy divertida, y a llevarte a cenar o al club donde casi siempre solías ir acompañado de nuestra madre.

Me sentí extrañamente feliz con esta coordinación que mis hijas habían dispuesto para no resentir la ausencia de su madre. Pero aún faltaba el papel que ejercería justamente ella, la vocal de mis hijas. Y se lo pregunté:

—¿Y tú, querida Gisela? ¿Qué harás tú?

—Al ser la mayor, querido papi, yo seré la responsable de atender tus necesidades fisiológicas como hombre.

—¿A… qué te refieres, hija? —pregunté asombrado.

—A lo que te estás imaginando. Yo asumiré el rol de mujer en tu cama papi. Dormiré contigo a partir de hoy, y podrás hacer el amor conmigo cada vez que tengas necesidades de ese tipo.

A partir de ese día nuestra vida familiar cambió rotundamente y se volvió más activa. No puedo describir la sensación, los nervios, el terror y a la vez la lujuria que tuve la primera vez que Gisela, a mitad de la noche, se apareció en mi habitación en tacones altos vestida sólo con una diminuta lencería negra que apenas cubría sus rotundas tetas, sus piernazas largas y su regordete culo.

Mientras mi hija mayor gateaba en la cama hacia verga enhiesta, yo permanecí tieso, petrificado, sin poder hablar pero con mi falo bien duro y recto. Entonces mi hija se puso a horcajadas sobre mi polla y se sentó sobre ella, ensartándosela toda hasta que sus nalgas duras comenzaron a rebotar contra mis muslos, mientras sus pechos se sacudían. Para tener la edad que tenía Gisela, ella cabalgaba con experiencia, y al pasar los días mi timidez fue cediendo hasta cogerla con verdadera pasión.

Las primeras semanas el rol se respetó de manera coordinada. Rubí, la menor y Mireya, la mediana, hicieron sus tareas sin rechistar, mientras Gisela se encargaba de satisfacerme sexualmente durante las noches. Pero entonces un buen día mis hijas menores exigieron que los roles se fueran intercalando, por lo menos en lo referente a suplir a su madre en la cama, de manera que conseguimos llegar a un consenso para que una semana diferente cada una de mis retoños viniera a mi cama a coger conmigo.

Gisela era muy buena cabalgando, Mireya me salió muy buena con su culo: le gustaba abrirse de piernas y pedirme a gritos que la enculara. Para variar, Rubí, la más pequeña de mis nenas, resultó ser la mejor chupando verga y lamiendo huevos.

Al darme cuenta de que cada una de mis hijas era buena sexualmente para algo en particular, decidí desde hace dos meses, que las tres durmieran conmigo en la misma cama. Compré una cama mucho más grande, y desde entonces lo que menos hacemos en la noche es dormir. Las cogidas que nos damos son brutales.

De hecho, mi perversión ha ido últimamente en aumento, al grado de hacer que entre ellas mismas se den placer, mientras yo las miro. Mis niñas son tan bien portadas que les he pagado un viaje en crucero, y ahora mismo me están haciendo una videollamada. En su cuarto han colocado el teléfono de la mayor frente a la cama, de forma vertical, y he ido disfrutando cómo mis niñas, en lencería blanca, se besan y se chupan las tetas entre sí.

Mis tres hijas llevan insertadas en sus vaginas vibradores que ya las ha hecho correrse varias veces en medio de algunos squirts. Mi amada Mireya es la única que, además del vibrador, tiene clavado un plug en su culito que no deja de mover.

Me he acercado un par de cervezas porque es momento de mi parte favorita, cuando Gisela y Mireya se recuestan y se abren de piernas, mientras mi pequeña y sumisa Rubí las comienza a masturbar. Luego vendrán los besos de tres, con sus lenguas revoloteando, mientras las mayores se clavan un consolador de dos cabezas con las que se empiezan a coger mutuamente mientras Rubí recoge con su lengua cada uno de sus fluidos.

No lo puedo negar, el rumbo que ha tomado nuestras vidas es verdaderamente delicioso. No lo cambiaría por nada.

 

Palabras Clave: Trío, Hijas, Lencería, Crucero, Sumisa.

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